Vivir atemorizado por el acoso escolar
A quien quiera escuchar. Palabras de una víctima de acoso escolar:
En este intento desesperado y con la intención de que puedan acercarse un poco más a la horrorosa situación que supone vivir atemorizado por el acoso escolar, he decidido contarles un poco de mí, un poco de los trozos que hoy me construyen y del arma que me rompió poco a poco y con silenciador incluido.
Pasó hace algún tiempo, aunque las heridas siguen sintiéndose recientes, y los recuerdos de aquellos días permanecen imborrables en mi mente. Tenía once años, y conocí la ansiedad, el miedo al rechazo y la falta de autoestima a base de comentarios, desprecios, múltiples rechazos, incluso agresiones de las personas que un día consideré amigas, en el lugar al que adoraba acudir para aprender, y del que acabé aprendiendo a odiarme un poco más a mi misma cada día y a mentir sobre lo bien que me lo pasaba, porque no podía permitir preocupar e involucrar en aquello que sucedía a mi familia, porque me culpaba y me sentía avergonzada de que pasase todo aquello.No se muy bien como empezó todo aquello, pero muy bien hasta donde me llevó. El primer día que comienzas a ver cosas que te extrañan piensas que es solo un día, el segundo es cuando piensas que ya se pasará, el tercero en que se aburrirán y pararán, pero empiezas a sufrir más… cuando no para, piensas en qué hacer, y la única solución que contemplases callarte, porque el dolor que te causan es invisible a los ojos de cualquiera que no quisiera mirar como te pasas los patios caminando sola, como en la fila se te insulta, como se cuentan mentiras, ya no solo tuyas, sino de las personas a las que quieres, y sobre todo, como poco a poco te conviertes en una mezcla entre la diana de la clase o el fantasma de la misma. Los días siguen pasando, te sigues culpando y te siguen señalando, a veces por aburrimiento, otras por hacer la coña del día y otras porque sí, por hacer daño. Y a la desesperada, te armas del poco valor que te queda, y cuentas un poco de lo que te pasa, todo no, todo nunca, incluso años después reconozco que hay cosas que no he dicho nunca por causar más daño, ni a mí, ni quien me quiere. Y cuando lo cuentas a veces yacen incrédulos, a veces piensan que exageras, a veces no te creen. Y por eso callas, y aguantas. O quieres dejar de aguantar.Yo puedo reconocer que lo pensé, pero pronto me di cuenta de que no era la solución, y seguí para adelante. Muchos no pueden decir lo mismo.
El arma del que antes hablaba, no solo se compone del acoso como tal, de hecho, se caracteriza por la indiferencia, la continua imposición de silencio a cambio de… ¿prestigio?, la culpabilización de aquellos que lo sufren con cosas como «algo habrá hecho», y un sinfín de argumentos carentes de sentido, empatía y responsabilidad, que lejos de solucionar un problema como en el que yo me vi, dificultan su detección y erradicación, silenciándonos y menospreciando el dolor irreparable de meses prolongados de calvario en el lugar que se supone que debería ser el más seguro para nosotros, los estudiantes.
Por eso, les pido con este intento desesperado de ayuda, ya no por mí, sino por todos los que en la actualidad lo sufren y por los que en un futuro lo sufrirán, que se actúe de manera urgente para impedir que el colegio se convierta en el infierno permanente de los que se ven obligados a ir día tras día… donde son silenciados, invisibilizados, atemorizados e injustamente señalizados y estigmatizados.
Autor: I.C.V.