Adolescencia la serie de la que todo el mundo habla

Adolescencia es una de esas series de las que todo el mundo habla, y resulta curioso porque de muchos aspectos de la trama he hablado en docenas de hilos. Hoy quiero compartir algunas reflexiones sobre lo que he visto, con algunos spoilers, claro.

Desde el primer episodio, la serie nos presenta a Jamie, un joven de tan solo 13 años, que a pesar de negarlo rotundamente y de contar con el apoyo incondicional de su padre, ha asesinado a una compañera de instituto. La pregunta es, ¿por qué? Y aquí empieza lo verdaderamente interesante.

En el segundo episodio, dos personas ajenas al mundo educativo ingresan a un instituto, donde presencian escenas que muestran la agresividad entre compañeros, el respeto nulo hacia los profesores, la indiferencia ante el asesinato de una compañera, el desinterés de algunos docentes ante lo que sucede y la risa de unos frente al miedo de otros. En todo esto, hay un personaje invisible pero omnipresente: el teléfono móvil. Está presente en los pasillos, en las grabaciones que ridiculizan a un compañero, en las burlas hacia otro, en los selfies, las etiquetas… Los profesores intentan controlar su presencia en el centro sin éxito alguno.

Los policías que investigan el caso no comprenden lo que está sucediendo. Se preguntan, ¿por qué? ¿Qué está pasando? Hasta que uno de los hijos de los oficiales les abre los ojos en una escena impactante, donde se deja ver la desconexión que puede existir entre padres e hijos. Un adolescente le grita a su padre «¡ABRE LOS OJOS!» y le muestra cómo, pese a estar a solo unos metros de su hijo, él no entiende lo que está ocurriendo, ni el sufrimiento que su hijo vive en el aula. El padre, con prisas y dudas, opta por marcharse en lugar de enfrentar la dura realidad de lo que está ocurriendo con su hijo. En ese momento, el joven le dice «Papá, no avanzas porque no lo entiendes, no ves lo que pasa».

Y es cierto, a lo largo de este episodio, hemos sido testigos de escenas desgarradoras entre los alumnos: burlas, agresiones, risas… Todo con el teléfono móvil en mano, y nadie parece comprender la magnitud de lo que está sucediendo. Este objeto, que parece tan insignificante, es el motor de un mundo paralelo que está separando a los adolescentes de su entorno real. Nadie entiende este mundo, y eso pone en evidencia lo que algunos adultos no quieren ver: el idioma, los símbolos y los espacios digitales en los que nuestros jóvenes se mueven.

Un momento clave es cuando el hijo le muestra a su padre el funcionamiento de las redes sociales. «¿Has visto el Instagram, verdad?», le pregunta. El padre, perdido, no entiende nada. Pero su hijo le explica, dándole acceso a un universo que para él es completamente ajeno: las teorías que circulan en internet, la «machosfera», el concepto de «incel» y otros aspectos del mundo digital que muchos adultos no logran comprender. «Todo significa algo, papá», le dice el chico, señalando la desconexión entre lo que los adultos creen ver y lo que realmente ocurre en el universo digital.

Este episodio pone de manifiesto la desconexión que existe entre los adultos y los jóvenes, especialmente cuando no se comprende el lenguaje de las redes. Si no entendemos los símbolos y códigos que los jóvenes utilizan, ¿cómo podemos guiarlos y ayudarlos? Vivimos en un mundo saturado de discursos que los adolescentes consumen sin cuestionar, porque sienten que nadie los escucha. Este aislamiento emocional y comunicativo se refleja en la relación entre el policía y su hijo, quienes parecen estar más distantes que nunca, aunque se encuentren en la misma habitación.

Algunos dirán: «Bueno, Sil, esto es solo una serie». Pero la pregunta que debemos hacernos es: ¿Estás seguro de que tu hijo o hija te contaría lo que le sucede en internet? ¿Tienes suficiente confianza con él o ella para que se abra contigo sobre su vida digital? ¿Sabes con quién hablan por redes sociales, qué contenido consumen, qué juegos juegan? ¿Realmente entiendes su vida virtual?

El problema radica en que, a menudo, observamos pero no «vemos» lo que está sucediendo a nuestro alrededor. Nuestros jóvenes viven una realidad complicada, marcada por el uso de las redes sociales, la falta de educación digital y una carencia de educación sexual integral. En el episodio 3, se pone de manifiesto la necesidad de introducir la educación sexual integral (ESI) y la educación digital como parte fundamental del sistema educativo. La historia de la chica asesinada, quien envió una foto suya desnuda a un chico, que luego la reenvió a otros, es un ejemplo claro de la falta de comprensión sobre los límites en el mundo digital. Muchos culpan a la chica, sin reflexionar sobre lo que implica compartir imágenes privadas y cómo los adolescentes no siempre entienden las consecuencias de sus actos.

Cuando la psicóloga le pregunta a Jamie por qué tiene una cuenta en Instagram, él responde: «La necesito, para poder ver las de los demás». Esta respuesta revela una verdad fundamental: en la adolescencia, la necesidad de pertenecer y estar conectado es vital. Si no estás en las redes, si no ves lo que otros publican, no existes.

El acoso escolar que Jamie sufría en el instituto no solo se limitaba a las aulas, sino que se trasladó a las redes sociales. Los insultos, el rechazo y la burla continuaron en ese espacio digital. Y lo peor de todo es que, para Jamie, las redes sociales son el lugar donde sus amigos y conocidos pueden ver lo que le dicen. No hay forma de escapar de los comentarios crueles, ya que cualquiera puede ver lo que se dice de ti.

Jamie, como tantos otros adolescentes, es un joven lleno de miedos e inseguridades que solo busca la aprobación de los demás. El final del episodio es impactante porque muestra cómo, a pesar de todo lo que ha vivido, Jamie solo quiere saber si la psicóloga lo considera una buena persona, si le cae bien. En su mente, necesitar caer bien es lo más importante, y al final de este capítulo, la joven siente que la culpa recae sobre Katie, quien, a su juicio, fue responsable de todo lo sucedido.

En el último capítulo, los padres reflexionan sobre lo que hicieron mal con Jamie. Es un momento clave cuando el padre dice, al hablar de los dispositivos de Jamie: «Pero estaba ahí, en su cuarto, a salvo, ¿no?». Este es el mayor error. Internet no es seguro sin una educación y supervisión adecuadas. No convierte a alguien en un asesino, pero abre la puerta a un mundo que, si no se comprende y se navega de manera responsable, puede resultar peligroso. Es un mundo que deshumaniza y que necesita ser acompañado por alguien que lo guíe.

Por eso, es fundamental educar, acompañar, supervisar y convertirse en referentes para que nuestros hijos se sientan seguros y comprendidos, tanto en la vida real como en la virtual.

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