Las notas de “Keep on loving you” se reproducen mientras Mariona da un trago generoso a la lata de cerveza que le ha ofrecido Quique. Hace tiempo que sustituyó la cafeína por el alcohol. El zumo de cebada resulta más efectivo que el café para soportar una vida repleta de mediocridad.
Hace ya un par de años que acabó la carrera de periodismo, pero no acaba de encontrar su lugar en una profesión que siempre le pareció atractiva y que, ahora, casi se podría decir que detesta.
- Treinta segundos y en el aire – le advierte Quique desde la pecera.
Mariona se pone los auriculares con parsimonia y juega con un bolígrafo deslizándolo entre más de media docena de latas de cerveza llenas y un par de vacías que, ahora, le sirven de cenicero. Da un par de caladas largas a un cigarrillo mientras se pregunta cuántas llamadas de gente solitaria recibirá esta noche. Rupturas amorosas, problemas familiares, movidas en el trabajo…
Elena Francis tuvo su público, pero Mariona no había ido a la facultad para convertirse en la conductora del consultorio de radio Viella. Ella aspiraba a más, a mucho más, aunque de momento se había quedado en nada y eso la iba pudriendo por dentro. Aceptar que no era la estrella de los medios que siempre había soñado le estaba pasando factura y sus oyentes lo percibían sin demasiado esfuerzo.
- Tres, dos, uno, sintonía y…en el aire – Le indica Quique apuntándola con el índice.
- Buenas noches, queridos oyentes. Son las once y cuarto y damos comienzo a “¿Me lo dices o me lo cuentas? “Me llamo Mariona Casals y estaré con vosotros las próximas dos horas escuchando aquello que queráis compartir conmigo. ¿Necesitas consejo? ¿Desahogo? o ¿simplemente te apetece que charlemos un rato? Dímelo o cuéntamelo al 93 555 666 666.
Mariona lee la misma entradilla cada noche de lunes a viernes, desde hace un año, a desgana. Quique levanta el brazo. “Bohemian Rhapsody” toma fuerza. Una luz roja parpadea en el control y el técnico de sonido da paso a la locutora a la vez que silencia la música.
- Tenemos la primera llamada de la noche. Hola, ¿cómo te llamas?
- Hola, soy Laura – responde una voz dulce.
- Bien, pues adelante, Laura. ¿Me lo dices o me lo cuentas?
- He llamado para hablar de mi hermana. Quiero rendirle homenaje porque ella lo merece.
- Qué bonito Laura – contesta Mariona sin poder evitar esbozar una mueca de desagrado- Seguro que tu hermana estará muy contenta de que lo hagas-añade con cierto desdén mientras abre otra lata de cerveza- Adelante, por favor.
- Verás, una vez tuve una hermana. Digo tuve porque hace diez años que se suicidó.
Un silencio incómodo inunda las ondas.
- Lo siento mucho, Laura – alcanza a decir Mariona a media voz mientras piensa inevitablemente “se viene turra”.
- Gracias, Mariona. Mi hermana tuvo que aguantar que en el instituto la insultaran a diario por el solo hecho de ser obesa. La llamaban cerda, le mandaban mensajes al móvil diciéndole que su madre, nuestra madre, preferiría que estuviera muerta antes que tener a una gorda por hija. La animaban a suicidarse de diferentes maneras. La pegaban, la iban a buscar a la salida de las extraescolares para seguir acosándola e insultándola, porque torturarla en el instituto no era suficiente. Mi hermana tuvo que soportar que la rodeara un grupo de bárbaras que la atizaban al grito de “sin sangre no hay pelea” o “dale tú un golpe en la cabeza y yo la remato”. Imagínate el dolor que tuvo que aprender a gestionar una niña de sólo trece años.
Laura hace una pausa buscando una reacción en Mariona, pero no obtiene más que silencio.
- ¿Mariona? ¿Me oyes?
- Sí, Laura, sigo aquí. No sé muy bien qué decir a esto. Es un tema muy delicado. Siento mucho la muerte de tu hermana. Espero que te haya ayudado haber podido compartirlo con todos nosotros- responde mientras con una mano mesa su cabello y con la otra va llevándose la lata de cerveza a la boca- Te mando un abrazo muy grande. Vamos a pasar a la siguiente llamada.
Mariona busca a Quique en la pecera para pedirle que de paso al siguiente oyente, pero el técnico no está.
- No he terminado, Mariona – continúa Laura con un tono sereno- Verás, mi hermana no contó nunca nada en casa. La amenazaban con matarla si lo hacía. Nosotros vimos cambios en ella: no comía, estaba triste, se encerraba en la habitación y no quería salir. De ser una persona extrovertida y alegre, pasó a ser una niña mustia, taciturna, apesadumbrada…
Mi madre recorrió unos cuantos psicólogos con ella, pero mi hermana nunca soltó prenda. El miedo a que le hicieran más daño si revelaba la verdad, era superior a la idea de que hubiera una pequeña posibilidad de salir de ese infierno si agarraba esa mano tendida.
Así que nunca supimos qué era lo que le sucedía. Hasta después de su muerte no supimos nada.
Mariona no quita los ojos de la pecera. ¿Dónde se ha metido Quique?
- ¿Mariona?
- Sí, Laura…Esto, verás. Lo siento mucho, de verdad – ¡Joder, con la tal Laurita! Dice hacia sus adentros Mariona.
- ¿Sabes cómo se mató?
- ¿Cómo dices?
- Mi hermana, ¿qué si sabes cómo se mató?
- No es necesario que nos des detalles, Laura. No queremos hacerte revivir esos momentos.
- Mi hermana esperó a quedarse sola en casa un sábado por la tarde. Cogió una caja de benzodiacepinas y se la tragó entera. El médico se las había recetado a mi madre para controlar el desasosiego que le provocaba no saber qué era lo que le sucedía a su hija. Ahora también las tomo yo.
Mariona da un brinco en su silla y se estremece. Quique sigue desaparecido. Esa llamada tiene que terminar. ¿Por qué este muchacho nunca está cuando más se le necesita?
- Cuando mi madre la encontró- continua Laura- ya no se podía hacer nada por ella. Estaba fría como el hielo, pálida, muerta. Nunca olvidaré el grito de desesperación que soltó mi madre ante tan macabro hallazgo. Desde entonces vivimos todos en un pozo: Mis padres y yo. ¿Sabes qué pasó a las agresoras, Mariona? ¿Lo sabes?
- Siento mucho lo que ha pasado a tu familia, Laura, de verdad que…
- A las agresoras no les pasó nada porque eran menores de 14 años, por lo tanto, completamente inimputables. ¿Te parece justo, Mariona?
- …
- ¿Hola? ¿Mariona? ¿sigues ahí? ¿te parece justo? – continúa Laura con tono agresivo.
- Laura, es un tema con muchas aristas. Todas eran niñas, no creo que fueran conscientes de lo que hacían. Seguro que han aprendido la lección – espeta Mariona con cierto nerviosismo.
- Mi hermana está muerta. No volverá. Me importa poco si han aprendido la lección. ¿Sabes? A la peor de todas, a la que más la hostigaba, le facilitaron un cambio de instituto en otra población, fuera de Barcelona, para ayudarla a sacarse de encima el estigma de ser una maltratadora. Con el tiempo supe que se había cambiado el nombre y que llevaba una vida normal.
- Laura, por una cuestión legal no podemos continuar con esta conversación. En esa época eran menores y gozan de protección. Vamos a pasar a la siguiente llamada. Gracias por…
Mariona es interrumpida bruscamente por Laura.
- No vas a pasar a la siguiente llamada porque no tienes técnico de sonido, Mariona…o Eva ¿cómo prefieres que te llame?
- Laura, por favor, de eso hace ya mucho tiempo.
Mariona echa un vistazo rápido hacia la pecera. Quique no está y a ella se le empieza a nublar la vista. Los párpados le pesan y las imágenes se deforman. Un sueño profundo la invade. Intenta mantenerse despierta, pero los brazos de Morfeo la atraen con fuerza.
- No sigas buscando a Quique, no vendrá. A estas horas ya está a mi lado oyendo como te apagas lentamente.
- ¡Quique! …Por favor, no sé qué me está pasando. Necesito ayuda- Balbucea Mariona con un hilo de voz.
- ¿No te enseñaron tus padres a no beber de latas abiertas? ¿Tal vez hoy la cerveza tenía un sabor extraño, Mariona?¡Oups! Su amargor ha camuflado perfectamente el sabor acibarado del diazepam. ¡Qué mala suerte!
- Necesito ayu…ayu…
Mariona se dirige hacia la puerta del estudio dando tumbos e intenta abrirla. Imposible, parece bloqueada por fuera.
- Estás sola, Eva, sola, como lo estaba mi hermana aquella tarde de sábado. Nadie te oye, sólo Quique y yo. De nada servirán tus lamentos.
El estudio da vueltas sin cesar. Las piernas no la sostienen. Mariona cae. Su cabeza provoca un ruido seco al golpear contra el suelo.
“Ya está” sentencia Laura. La llamada termina.
*
A las siete de la mañana, con puntualidad británica, Quique abre el estudio de radio. El locutor de la mañana no llega hasta las ocho. La estampa que contempla no le sorprende en absoluto. Le toca interpretar su papel, no sin antes depositar unos blisters vacíos de diazepam sobre la mesa de Mariona, entre las latas de cerveza.
- 112 ¿Cuál es su emergencia?
- Acabo de llegar a mi trabajo y he encontrado a mi compañera inconsciente o…muerta ¡Dios! No sé si está muerta. Por favor, ¡Manden una ambulancia!
A la policía no le cuesta atar cabos: Estado de ánimo por los suelos conocido por todos sus allegados, adicción al alcohol, puede que alguna ida y venida con drogas según conocidos, vestigios de benzos sobre la mesa…
La declaración de Quique les acaba de dar la clave: El día anterior tuvo que suspender el programa debido al estado de embriaguez con el que se presentó Mariona a la radio. Él mismo lo había tenido que comunicar a los oyentes con la excusa de que la locutora estaba indispuesta. Luego discutieron.
- Sí, ayer nos enfadamos y le dije que lo nuestro había terminado. Luego, al no haber emisión, me fui a casa y la dejé sola en el estudio– declaró un Quique con los ojos anegados en lágrimas – Nunca pensé que le afectara hasta ese punto. Jamás imaginé que sería capaz de acabar con su vida – añadía entre sollozos.
El caso se cerraría sin darle demasiadas vueltas al asunto: Suicidio.
*
Laura recibe la llamada de su madre.
- Hija, ¿te has enterado? Eva ha muerto. Decían en el mercado que se ha suicidado.
- Vaya…
- Por lo visto trabajaba en una radio pequeña no sé dónde. La que decía que iba a ser una estrella de la televisión, la que amargaba a tu hermana diciéndole que una gorda como ella nunca tendría éxito. Lo que es la vida. Que Dios me perdone, pero no puedo sentir compasión. Si hubiese podido, me la hubiese cargado yo misma con mis propias manos.
- ¿Me lo dices o me lo cuentas?
Autora: Ció Lerma